Alguien – o el viento – de golpe te arroja en el curso de un río; gracias a la materia de que estás hecho, en lugar de irte al fondo, te mantienes a flote; eso ya te parece una victoria y así, enseguida comienzas a correr; te deslizas con agilidad en la dirección en que te lleva la corriente; cada tanto, debido a un nudo de raíces o a alguna piedra, te ves obligado a hacer un alto; estás allí un poco, golpeado por el agua, que después sube, y tú te liberas, sigues adelante; cuando el río está tranquilo, permaneces arriba, cuando hay rápidos, estos te sumergen; no sabes hacia dónde vas ni te lo preguntas alguna vez; en los trechos más tranquilos tienes oportunidad de ver el paisaje, los terraplenes, los matorrales; más que detalles, ves las formas, el tipo de colorido, vas demasiado aprisa como para ver otra cosa; luego, con el tiempo y los kilómetros, los terraplenes bajan, el río se ensancha, todavía tienes márgenes! Pero cada vez menos.
“¿Hacia dónde voy?”, te preguntas entonces, y, en ese momento, delante de ti se abre el mar. Gran parte de mi vida fue así. Más que nadar, avancé a tientas. Con gestos inseguros y confusos, sin elegancia ni alegría, solo logré mantenerme a flote…
Ahora cada uno debe sacar su propia conclusión ;-)
"Confío en todo el mundo pero desconfío del diablo que llevan dentro".
#Banda Sonora: "Tontxu - Vuelvo".
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