martes, 29 de diciembre de 2009

El adios de un Tiguer.


Meses sin poder acceder a mi vida. A mis páginas, correos y esta página que nos ocupa. Y tras ese tiempo en el que tuve que renovar todo lo que me rodeaba, gracias a la gran ayuda de una amiga, pude conseguir estar aquí ahora. Pero no para continuar lo que un día me dejaron sin terminar, sino para despedir esta web de tantos años.

Meses que han supuesto gran multitud de cambios importantes, y que hacen que esto esté tan desactualizado, que sea imposible ponerlo al día bien. Por sus posts han pasado miles de cosas, alegres y tristes, pero han vencido un ciclo. Un ciclo que acabó pero en otro sitio continuó.

Ya que, debido al cambio de contraseña, me viera obligado a empezar de nuevo en otro lugar. Un sitio que me acogió con su paisaje de letras y un nuevo estilo. Dejando este rincón en la oscuridad del olvido, hasta hace unos días que me dieron un sobre con un número. El que me reabría las puertas del pasado. Y que sólo se abrió para cerrar esa cerradura con llave y tirarla al mar.

Así estoy aquí por primera y última vez, para decir adios, y dar las gracias a quienes en este tiempo hayan leído mis párrafos y compartido mis ideas. Seguramente ninguno lo leerá tras este tiempo, pero a los seguidores darles las gracias por su presencia y emplazarles si quieren al nuevo espacio que cree tras ese parón.

Mis letras continuaron surgiendo en http://www.albertrub.wordpress.com/ y en http://www.dierenaissance.wordpress.com/ Me quisieron dejar en silencio pero éso es imposible. Y desde hace poco mis andanzas corren en otro ambiente...


Adios Petit Tiguer.

jueves, 20 de agosto de 2009

Paseando Broadway con Shrek.


Amanece sobre la ciudad, a la que ya me he acostumbrado pero no hay que hacerse ilusiones que sólo soy un mero viajante y esta ciudad no me pertenece ya que mi ciudad está en Madrid.

Aún así, se sigue aprovechando el sol sobre Manhattan que empieza con un mega desayuno para cargar pilas para la mañana que discurrirá paseando barrios que nos faltaban por conocer como Greenwich Village, o sea, el Chueca de NY, con sus tranquilas calles y tiendas de lo más variopinto, y la estatua homenaje a una pareja homosexual. Antes, pasamos por Washington Square para ver la famosa plaza con su arco que mi hermano en ningun viaje encontró, al lado de la universidad. Y de ahí ya empezamos a hacer ronda de compras que teníamos pensadas desde el domingo que echamos el primer vistazo a la tienda NBA, Disney, MOMA, FAO, tiendas de ropa donde te traías cosas bien chulas y baratas... revisitando la Quinta Avenida y la catedral de San Patricio, en su contraste neogótico metida entre rascacielos. Haciendo fotos que perdimos, comiendo los típicos perritos por la calle, paseando la avenida Madison y el Madison Square Garden, o la Biblioteca Pública, en avenidas donde reinaba un silencio particular, un olor característico en toda la ciudad, y entre sombras por la altura de los edificios.

Así echamos el día a base de pasear, hacer fotos y las compras pendientes de tienda en tienda. Para dejar todo en el hotel, y ponerse uno guapo para ir a Broadway!:) Que teníamos cita con Shrek!jeje. Un musical allí!Que ilusión!Revivimos el bullicio de Times Square de camino al teatro y ya allí, una vez dentro, que bonito estaba el escenario el cual recreaba un bosque entero de cuento. Con la consabida chapita y CD que compré, jeje. Y ya cuando empezó... alucinante!Es la historia de la peli en musical y estaba genial hecha!Las canciones, los escenarios de detallados, los personajes, la historia cómo la narraban... con medios que no creí que vería allí y que es verdad aquello de que allí no se hacen como aquí. Que hacían que te sintieras dentro de la historia y se fuera el tiempo volando sin ganas de que acabara. Matando casi a Shrek de un tropezón por el pasillo, jeje.

De la que salimos la cena última especial fue en el Carmine´s que es un restaurante allí famoso de pasta, que lo puso Robert de Niro y está decorado muy a su estilo, donde predominan las fuentes de pasta con albóndigas que aún para 2, comen 4 y no puedes acabar. Y después un cocktail en el Bubba Gump de los que nos gustaron, para despedir la noche y dar el último paseo nocturno por la ciudad y Times Square de camino al hotel... Con las últimas luces de la noche.

miércoles, 19 de agosto de 2009

De la Libertad a Brooklyn.


Siguiendo la narración de los viajes veraniegos, mi tercer día neoyorkino tuvo como estrella principal de la mañana a la Estatua de la Libertad!:) Un símbolo americano pero de fabricación europea, y que es reconocible en cualquier parte. Que gran ilusión me embargaba cuando estábamos en la cola con un montón de gente en la fila para coger el ferry que nos llevaría hasta ella, y que fue más rápida de lo que parecía. Y cuando querías darte cuenta, ya la tenías delante, con una impresión... :) De verla tan cerca y tan detallada tras años viéndola en fotos, televisión, películas... ver su rostro coronado, la antorcha en su mano, y el cuerpo entero en verde...

La rodeabas entera caminando viendo Manhattan en la otra orilla, que daba pena regresar ya que es un lugar al que no se vuelve... Pero había que decirla adios con una nueva vuelta y cruzar a la ciudad de nuevo... No sin antes refrescarse uno tomanado algo con la inusual vista de estar a sus pies en el pedestal de estrella.
Ya de nuevo enfrente, sin haber bajado en la Isla de Ellis porque no me interesaba verlo, caminamos hacia la Zona Cero aparte de para verla, también para comprar en un store de allí, y da una impresión por dentro sentir lo que allí se vivió...:S Tal explanada gigantesca donde estaban las 2 torres y que ahora está en obras construyendo la nueva... Que acongoja pensar lo que allí pasó en tal envergadura... Y desde allí, hasta Little Italy para comer en la primera pizzeria de la ciudad, donde unas maxipizzas riquísimas se ponían en tu mesa para que no dejaras ni un trozo :P Que para recuperar fuerzas tras toda la mañana venía de lujo!

Tras la comida, un ligero paseo por el SoHo, con sus tiendas de diseño y de alto standing situadas sobre los típicos edificios de Nueva York con sus escaleras sobre la fachada en distintos colores cada uno. Y ya tras un rápido vistazo por Tribeca y subir al City Hall con el ayuntamiento, enfilamos directos al puente de Brooklyn!:)

Fue la nota de la tarde y el anochecer, el tercer anochecer, con gran ilusión de verlo empezar y comenzar a andar por él, con los coches por debajo, y los ciclistas por arriba, viendo el famoso puente de la ciudad. Con sus banderas coronandolo, viendo como quedaba la ciudad atrás, camino de Brooklyn, desde donde divisas una preciosa panorámica de la ciudad y los puentes con el sol ocultándose por detrás, y con algunos de los restaurantes más chic y caros de la ciudad donde se paga más por la vista.

Y ya esperando el anochecer sentados en el puente, cuando el sol se apaga y se iluminan las luces con el color anaranjado del cielo, se crea una imagen de foto en cualquier perspectiva. Hacia el puente con sus bombillas iluminado, hacia la derecha con el puente de Manhattan sobre el Empire, y a la izquierda al City Hall con sus rascacielos que arañan el último sol iluminando sus fachadas. Donde te recreas hasta que es noche cerrada, y da pena llegar al otro lado del puente y volver a meterte entre las calles de la ciudad...

jueves, 30 de julio de 2009

Leyenda del Cristo del Pasadizo en el Barrio Judío de Cuenca.


Corríanse los tiempos aquellos en que una pareja de la mano se disponía a cruzar aquellas estrechas calles empedradas del barrio judío, cuando bajo un farol asomase una placa en cuyas letras se leía:


"Julián es un apuesto mozo de familia humilde que se gana honradamente la vida como jornalero. Sin embargo, ha cometido un grave error, enamorarse perdidamente de la bella Inés.
Todas las tardes, después del trabajo, acude a la reja para cortejarla. En los ratos de comunicación, sueñan con su futuro hogar y en la felicidad que mutuamente se proporcionarán. Los padres de Inés no están muy de acuerdo con los proyectos de los jóvenes, pues aunque aprecian a Julián por sus virtudes y cualidades, sin embargo, no pueden permitir que su hija descienda de posición social y casarse con un pobre menestral.
Por aquel entonces, llega a Cuenca un emisario real para hacer leva de soldados con destino a las guerras de Italia. Julián no lo piensa dos veces ya que es una buena ocasión para hacer fortuna, y, pensando en su futuro hogar, se alista en el ejército.
La noche antes de partir, Julián e Inés, de rodillas ante el Cristo del Pasadizo, se juran fidelidad en la espera. Ninguno de los dos pensará en casarse con otro mientras no tenga la certeza de la muerte del amado.
Inés queda muy triste y apenada. Pasan los meses, y aunque de tarde en tarde Julián manda noticias, a la bella Inés la espera se le hace larga y aburrida; pretendientes no le faltan… Al fin cede a los requerimientos de Lesmes. La madre reprende la ligereza de Inés, pero ésta prefiere aun Lesmes que la “arrulla” y le hace vivir de ilusión, que a un Julián lejano y sujeto a los peligros de la guerra.
Han pasado dos anos. Julián vuelve a Cuenca cargado de laureles y con un porvenir abierto en la carreta de las armas. Nada ha comunicado a Inés, para que la grata sorpresa sea mayor.
Por la noche, y a la hora de costumbre, acude a la cita en la reja; juntos darán gracias al Cristo del Pasadizo por haberle devuelto sano y salvo y con un porvenir esperanzador.
El asombro de Julián es enorme al encontrar su puesto de la reja ocupado por otro pretendiente; dejándose llevar por la ira, se lanza espada en mano contra el felón usurpador de su amor. Lesmes se defiende, y usando arteras mañas lleva a Julián hacia un escalón de la calle, donde éste, inadvertidamente, pierde pie y cae. Lesmes aprovecha felonamente la coyuntura y atraviesa a Julián con su espada.
Inés, desde su reja, ha pedido auxilio desesperadamente. Acude la ronda en el momento en que Julián se desploma exánime. Lesmes intenta huir, mas se ve acorralado; sube a las almenas del Camino de la Ronda para, desde allí, probar el salto al camino inferior, pero ce con tan mala fortuna que se desnuca.
Inés, culpable de perjurio y causante de la muerte de dos hombres, se recluye en el Convento de las Monjas “Petras” para hacer penitencia de sus pecados y rogar por la salvación eterna de aquellos cuya muerte causó".

lunes, 27 de julio de 2009

Yo no nací sino para quereros.


Tranquilos todos, porque ya se que es el post más largo del blog, y no ha de leerse hasta el final. Pero desde pequeño en el colegio me encantaron los sonetos de Garcilaso, y los volví a rescatar hace poco, queriendo dejarlos aquí publicados.


SONETO I

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por dó me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estoy olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido:
sé que me acabo, y mas he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme,
si quisiere, y aun sabrá querello:

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?

II

En fin, a vuestras manos he venido,
do sé que he de morir tan apretado,
que aun aliviar con quejas mi cuidado,
como remedio, me es ya defendido;

mi vida no sé en qué se ha sostenido,
si no es en haber sido yo guardado
para que sólo en mí fuese probado
cuanto corta una espada en un rendido.

Mis lágrimas han sido derramadas
donde la sequedad y la aspereza
dieron mal fruto dellas y mi suerte:

¡basten las que por vos tengo lloradas;
no os venguéis más de mí con mi flaqueza;
allá os vengad, señora, con mi muerte!

III

La mar en medio y tierras he dejado
de cuanto bien, cuitado, yo tenía;
y yéndome alejando cada día,
gentes, costumbres, lenguas he pasado.

Ya de volver estoy desconfiado;
pienso remedios en mi fantasía;
y el que más cierto espero es aquel día
que acabará la vida y el cuidado.

De cualquier mal pudiera socorrerme
con veros yo, señora, o esperallo,
si esperallo pudiera sin perdello;

mas no de veros ya para valerme,
si no es morir, ningún remedio hallo,
y si éste lo es, tampoco podré habello.

IV

Un rato se levanta mi esperanza:
mas, cansada de haberse levantado,
torna a caer, que deja, mal mi grado,
libre el lugar a la desconfianza.

¿Quién sufrirá tan áspera mudanza
del bien al mal? ¡Oh corazón cansado!
Esfuerza en la miseria de tu estado;
que tras fortuna suele haber bonanza.

Yo mesmo emprenderé a fuerza de brazos
romper un monte, que otro no rompiera,
de mil inconvenientes muy espeso.

Muerte, prisión no pueden, ni embarazos,
quitarme de ir a veros, como quiera,
desnudo espirtu o hombre en carne y hueso.

V

Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuando tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.

VI

Por ásperos caminos he llegado
a parte que de miedo no me muevo;
y si a mudarme a dar un paso pruebo,
y allí por los cabellos soy tornado.

Mas tal estoy, que con la muerte al lado
busco de mi vivir consejo nuevo;
y conozco el mejor y el peor apruebo,
o por costumbre mala o por mi hado.

Por otra parte, el breve tiempo mío,
y el errado proceso de mis años,
en su primer principio y en su medio,

mi inclinación, con quien ya no porfío,
la cierta muerte, fin de tantos daños,
me hacen descuidar de mi remedio.

VII

No pierda más quien ha tanto perdido,
bástate, amor, lo que ha por mí pasado;
válgame agora jamás haber probado
a defenderme de lo que has querido.

Tu templo y sus paredes he vestido
de mis mojadas ropas y adornado,
como acontece a quien ha ya escapado
libre de la tormenta en que se vido.

Yo había jurado nunca más meterme,
a poder mío y mi consentimiento,
en otro tal peligro, como vano.

Mas del que viene no podré valerme;
y en esto no voy contra el juramento;
que ni es como los otros ni en mi mano.

VIII

De aquella vista buena y excelente
salen espirtus vivos y encendidos,
y siendo por mis ojos recibidos,
me pasan hasta donde el mal se siente.

Entránse en el camino fácilmente,
con los míos, de tal calor movidos,
salen fuera de mí como perdidos,
llamados de aquel bien que está presente.

Ausente, en la memoria la imagino;
mis espirtus, pensando que la vían,
se mueven y se encienden sin medida;

mas no hallando fácil el camino,
que los suyos entrando derretían,
revientan por salir do no hay salida.

IX

Señora mía, si yo de vos ausente
en esta vida turo y no me muero,
paréceme que ofendo a lo que os quiero,
y al bien de que gozaba en ser presente;

tras éste luego siento otro accidente,
que es ver que si de vida desespero,
yo pierdo cuanto bien bien de vos espero;
y ansí ando en lo que siento diferente.

En esta diferencia mis sentidos
están, en vuestra ausencia y en porfía,
no sé ya que hacerme en tal tamaño.

Nunca entre sí los veo sino reñidos;
de tal arte pelean noche y día,
que sólo se conciertan en mi daño.

X

¡Oh dulces prendas, por mí mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería,
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas!

¿Quién me dijera, cuando las pasadas
horas que en tanto bien por vos me vía,
que me habiáis de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
lleváme junto el mal que me dejastes;

si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.

XI

Hermosas ninfas, que, en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas;
agora estéis labrando embebecidas o tejiendo las telas delicadas, agora unas con otras apartadas contándoos los amores y las vidas:
dejad un rato la labor, alzando vuestras rubias cabezas a mirarme, y no os detendréis mucho según ando,
que o no podréis de lástima escucharme, o convertido en agua aquí llorando, podréis allá despacio consolarme.
XII

Si para refrenar este deseo
loco, imposible, vano, temeroso,
y guarecer de un mal tan peligroso,
que es darme a entender yo lo que no creo.

No me aprovecha verme cual me veo,
o muy aventurado o muy medroso,
en tanta confusión que nunca oso
fiar el mal de mí que lo poseo,

¿qué me ha de aprovechar ver la pintura
de aquél que con las alas derretidas
cayendo, fama y nombre al mar ha dado,

y la del que su fuego y su locura
llora entre aquellas plantas conocidas
apenas en el agua resfrïado?


XIII

A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.

De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!

XIV

Como la tierna madre, que el doliente
hijo le está con lágrimas pidiendo
alguna cosa, de la cual comiendo,
sabe que ha de doblarse el mal que siente.

Y aquel piadoso amor no le consiente
que considere el daño que, haciendo
lo que le pide hace, va corriendo
y aplaca el llanto y dobla el accidente,

así a mi enfermo y loco pensamiento,
que en su daño os me pide, yo querría
quitarle este mortal mantenimiento.

Mas pídemele y llora cada día
tanto que cuanto quiere le consiento,
olvidando su muerte, y aun la mía.

XV

Si quejas y lamentos pueden tanto,
que enfrenaron el curso de los ríos,
y en los diversos montes y sombríos
los árboles movieron con su canto;

si convertieron a escuchar su llanto
los fieros tigres, y peñascos fríos;
si, en fin, con menos casos que los míos
bajaron a los reinos del espanto,

¿por qué no ablandará mi trabajosa
vida, en miseria y lágrimas pasada,
un corazón conmigo endurecido?

Con más piedad debría ser escuchada
la voz del que se llora por perdido
que la del que perdió y llora otra cosa.

XVI

No las francesas armas odïosas,
en contra puestas del airado pecho,
ni en los guardados muros con pertecho
los tiros y saetas ponzoñosas;

no las escaramuzas peligrosas,
ni aquel fiero rüido contrahecho
de aquel que para Júpiter fue hecho,
por manos de Vulcano artificiosas,

pudieron, aunque más yo me ofrecía
a los peligros de la dura guerra,
quitar una hora sola de mi hado.

Mas infición del aire en sólo un día
me quitó el mundo, y me ha en ti sepultado,
Parténope, tan lejos de mi tierra.


XVII

Pensando que el camino iba derecho,
vine a parar en tanta desventura,
que imaginar no puedo, aún con locura,
algo de que esté un rato satisfecho.

El ancho campo me parece estrecho,
la noche clara para mí es escura;
la dulce compañía, amarga y dura,
y duro campo de batalla el lecho.

Del sueño, si hay alguno, aquella parte
sola, que es imagen de la muerte,
se aviene con el alma fatigada.

En fin que como quiera estoy de arte,
que juzgo ya por hora menos fuerte,
aunque en ella me vi, la que es pasada.


XVIII

Si a vuestra voluntad yo soy de cera,
y por sol tengo sólo vuestra vista,
la cual a quien no inflama o no conquista
con su mirar, es de sentido fuera;

¿de do viene una cosa, que, si fuera
menos veces de mí probada y vista,
según parece que a razón resista,
a mi sentido mismo no creyera?

Y es que yo soy de lejos inflamado
de vuestra ardiente vista y encendido
tanto, que en vida me sostengo apenas;

mas si de cerca soy acometido
de vuestros ojos, luego siento helado
cuajárseme la sangre por las venas.

XIX

Julio, después que me partí llorando
de quien jamás mi pensamiento parte,
y dejé de mi alma aquella parte
que al cuerpo vida y fuerza estaba dando,

de mi bien a mí mismo voy tomando
estrecha cuenta, y siento de tal arte
faltarme todo el bien, que temo en parte
que ha de faltarme el aire sospirando;

y con este temor mi lengua prueba
a razonar con vos, oh dulce amigo,
del amarga memoria de aquel día

en que yo comencé como testigo
a poder dar, del alma vuestra, nueva
y a saberla de vos del alma mía.

XX

Con tal fuerza y vigor son concertados
para mi perdición los duros vientos,
que cortaron mis tiernos pensamientos
luego que sobre mí fueron mostrados.

El mal es que me quedan los cuidados
en salvo destos acontecimientos,
que son duros, y tienen fundamientos
en todos mis sentidos bien echados.

Aunque por otra parte no me duelo,
ya que el bien me dejó con su partida,
del grave mal que en mí está de contino;

antes con él me abrazo y me consuelo;
porque en proceso de tan dura vida
ataje la largueza del camino.



Égloga I


El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
he de contar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabroso
estaban muy atentas, los amores,
(de pacer olvidadas) escuchando.
Tú, que ganaste obrando
un nombre en todo el mundo
y un grado sin segundo,
agora estés atento sólo y dado
el ínclito gobierno del estado
Albano; agora vuelto a la otra parte,
resplandeciente, armado,
representando en tierra el fiero Marte;

agora de cuidados enojosos
y de negocios libre, por ventura
andes a caza, el monte fatigando
en ardiente jinete, que apresura
el curso tras los ciervos temerosos,
que en vano su morir van dilatando;
espera, que en tornando
a ser restituido
al ocio ya perdido,
luego verás ejercitar mi pluma
por la infinita innumerable suma
de tus virtudes y famosas obras,
antes que me consuma,
faltando a ti, que a todo el mondo sobras.

En tanto que este tiempo que adivino
viene a sacarme de la deuda un día,
que se debe a tu fama y a tu gloria
(que es deuda general, no sólo mía,
mas de cualquier ingenio peregrino
que celebra lo digno de memoria),
el árbol de victoria,
que ciñe estrechamente
tu gloriosa frente,
dé lugar a la hiedra que se planta
debajo de tu sombra, y se levanta
poco a poco, arrimada a tus loores;
y en cuanto esto se canta,
escucha tú el cantar de mis pastores.

Saliendo de las ondas encendido,
rayaba de los montes al altura
el sol, cuando Salicio, recostado
al pie de un alta haya en la verdura,
por donde un agua clara con sonido
atravesaba el fresco y verde prado,
él, con canto acordado
al rumor que sonaba,
del agua que pasaba,
se quejaba tan dulce y blandamente
como si no estuviera de allí ausente
la que de su dolor culpa tenía;
y así, como presente,
razonando con ella, le decía:

Salicio:

¡Oh más dura que mármol a mis quejas,
y al encendido fuego en que me quemo
más helada que nieve, Galatea!,
estoy muriendo, y aún la vida temo;
témola con razón, pues tú me dejas,
que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
ninguno en tal estado,
de ti desamparado,
y de mí mismo yo me corro agora.
¿De un alma te desdeñas ser señora,
donde siempre moraste, no pudiendo
de ella salir un hora?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

El sol tiende los rayos de su lumbre
por montes y por valles, despertando
las aves y animales y la gente:
cuál por el aire claro va volando,
cuál por el verde valle o alta cumbre
paciendo va segura y libremente,
cuál con el sol presente
va de nuevo al oficio,
y al usado ejercicio
do su natura o menester le inclina,
siempre está en llanto esta ánima mezquina,
cuando la sombra el mondo va cubriendo,
o la luz se avecina.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Y tú, de esta mi vida ya olvidada,
sin mostrar un pequeño sentimiento
de que por ti Salicio triste muera,
dejas llevar (¡desconocida!) al viento
el amor y la fe que ser guardada
eternamente sólo a mí debiera?
¡Oh Dios!, ¿por qué siquiera,
(pues ves desde tu altura
esta falsa perjura
causar la muerte de un estrecho amigo)
no recibe del cielo algún castigo?
Si en pago del amor yo estoy muriendo,
¿qué hará el enemigo?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Por ti el silencio de la selva umbrosa,
por ti la esquividad y apartamiento
del solitario monte me agradaba;
por ti la verde hierba, el fresco viento,
el blanco lirio y colorada rosa
y dulce primavera deseaba.
¡Ay, cuánto me engañaba!
¡Ay, cuán diferente era
y cuán de otra manera
lo que en tu falso pecho se escondía!
Bien claro con su voz me lo decía
la siniestra corneja, repitiendo
la desventura mía.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta,
(reputándolo yo por desvarío)
vi mi mal entre sueños, desdichado!
Soñaba que en el tiempo del estío
llevaba, por pasar allí la sienta,
a beber en el Tajo mi ganado;
y después de llegado,
sin saber de cuál arte,
por desusada parte
y por nuevo camino el agua se iba;
ardiendo yo con la calor estiva,
el curso enajenado iba siguiendo
del agua fugitiva.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Tu dulce habla ¿en cúya oreja suena?
Tus claros ojos ¿a quién los volviste?
¿Por quién tan sin respeto me trocaste?
Tu quebrantada fe ¿dó la pusiste?
¿Cuál es el cuello que, como en cadena,
de tus hermosos brazos anudaste?
No hay corazón que baste,
aunque fuese de piedra,
viendo mi amada hiedra,
de mí arrancada, en otro muro asida,
y mi parra en otro olmo entretejida,
que no se esté con llanto deshaciendo
hasta acabar la vida.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Qué no se esperará de aquí adelante,
por difícil que sea y por incierto?
O ¿qué discordia no será juntada?,
y juntamente ¿qué tendrá por cierto,
o qué de hoy más no temerá el amante,
siendo a todo materia por ti dada?
Cuando tú enajenada
de mi cuidado fuiste,
notable causa diste,
y ejemplo a todos cuantos cubre el cielo,
que el más seguro tema con recelo
perder lo que estuviere poseyendo.
Salid fuera sin duelo,
salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Materia diste al mundo de esperanza
de alcanzar lo imposible y no pensado,
y de hacer juntar lo diferente,
dando a quien diste el corazón malvado,
quitándolo de mí con tal mudanza
que siempre sonará de gente en gente.
La cordera paciente
con el lobo hambriento
hará su ayuntamiento,
y con las simples aves sin ruido
harán las bravas sierpes ya su nido;
que mayor diferencia comprendo
de ti al que has escogido.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Siempre de nueva leche en el verano
y en el invierno abundo; en mi majada
la manteca y el queso está sobrado;
de mi cantar, pues, yo te vi agradada
tanto que no pudiera el mantuano
Títiro ser de ti más alabado.
No soy, pues, bien mirado,
tan disforme ni feo;
que aún agora me veo
en esta agua que corre clara y pura,
y cierto no trocara mi figura
con ese que de mí se está riendo;
¡trocara mi ventura!
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Cómo te vine en tanto menosprecio?
¿Cómo te fui tan presto aborrecible?
¿Cómo te faltó en mí el conocimiento?
Si no tuvieras condición terrible,
siempre fuera tenido de ti en precio,
y no viera de ti este apartamiento.
¿No sabes que sin cuento
buscan en el estío
mis ovejas el frío
de la sierra de Cuenca, y el gobierno
del abrigado Estremo en el invierno?
Mas ¡qué vale el tener, si derritiendo
me estoy en llanto eterno!
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Con mi llorar las piedras enternecen
su natural dureza y la quebrantan;
los árboles parece que se inclinan:
las aves que me escuchan, cuando cantan,
con diferente voz se condolecen,
y mi morir cantando me adivinan.
Las fieras, que reclinan
su cuerpo fatigado,
dejan el sosegado
sueño por escuchar mi llanto triste.
Tú sola contra mí te endureciste,
los ojos aún siquiera no volviendo
a lo que tú hiciste.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Mas ya que a socorrerme aquí no vienes,
no dejes el lugar que tanto amaste,
que bien podrás venir de mí segura;
yo dejaré el lugar do me dejaste;
ven, si por sólo esto te detienes;
ves aquí un prado lleno de verdura,
ves aquí una espesura,
ves aquí una agua clara,
en otro tiempo cara,
a quien de ti con lágrimas me quejo.
Quizá aquí hallarás (pues yo me alejo)
al que todo mi bien quitarme puede;
que pues el bien le dejo,
no es mucho que el lugar también le quede.

Aquí dio fin a su cantar Salicio,
y suspirando en el postrero acento,
soltó de llanto una profunda vena.
Queriendo el monte al grave sentimiento
de aquel dolor en algo ser propicio,
con la pesada voz retumba y suena.
La blanca Filomena,
casi como dolida
y a compasión movida,
dulcemente responde al son lloroso.
Lo que cantó tras esto Nemoroso
decidlo vos Piérides, que tanto
no puedo yo, ni oso,
que siento enflaquecer mi débil canto.

Nemoroso:

Corrientes aguas, puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en ellas,
verde prado, de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
hiedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno:
yo me vi tan ajeno
del grave mal que siento,
que de puro contento
con vuestra soledad me recreaba,
donde con dulce sueño reposaba,
o con el pensamiento discurría
por donde no hallaba
sino memorias llenas de alegría.

Y en este mismo valle, donde agora
me entristezco y me canso, en el reposo
estuve ya contento y descansado.
¡Oh bien caduco, vano y presuroso!
Acuérdome, durmiendo aquí alguna hora,
que despertando, a Elisa vi a mi lado.
¡Oh miserable hado!
¡Oh tela delicada,
antes de tiempo dada
a los agudos filos de la muerte!
Más convenible fuera aquesta suerte
a los cansados años de mi vida,
que es más que el hierro fuerte,
pues no la ha quebrantado tu partida.

¿Dó están agora aquellos claros ojos
que llevaban tras sí, como colgada,
mi ánima doquier que ellos se volvían?
¿Dó está la blanca mano delicada,
llena de vencimientos y despojos
que de mí mis sentidos le ofrecían?
Los cabellos que vían
con gran desprecio al oro,
como a menor tesoro,
¿adónde están? ¿Adónde el blando pecho?
¿Dó la columna que el dorado techo
con presunción graciosa sostenía?
Aquesto todo agora ya se encierra,
por desventura mía,
en la fría, desierta y dura tierra.

¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,
cuando en aqueste valle al fresco viento
andábamos cogiendo tiernas flores,
que había de ver con largo apartamiento
venir el triste y solitario día
que diese amargo fin a mis amores?
El cielo en mis dolores
cargó la mano tanto,
que a sempiterno llanto
y a triste soledad me ha condenado;
y lo que siento más es verme atado
a la pesada vida y enojosa,
solo, desamparado,
ciego, sin lumbre, en cárcel tenebrosa.

Después que nos dejaste, nunca pace
en hartura el ganado ya, ni acude
el campo al labrador con mano llena.
No hay bien que en mal no se convierta y mude:
la mala hierba al trigo ahoga, y nace
en lugar suyo la infelice avena;
la tierra, que de buena
gana nos producía
flores con que solía
quitar en sólo vellas mil enojos,
produce agora en cambio estos abrojos,
ya de rigor de espinas intratable;
yo hago con mis ojos
crecer, llorando, el fruto miserable.

Como al partir del sol la sombra crece,
y en cayendo su rayo se levanta
la negra escuridad que el mundo cubre,
de do viene el temor que nos espanta,
y la medrosa forma en que se ofrece
aquello que la noche nos encubre,
hasta que el sol descubre
su luz pura y hermosa:
tal es la tenebrosa
noche de tu partir, en que he quedado
de sombra y de temor atormentado,
hasta que muerte el tiempo determine
que a ver el deseado
sol de tu clara vista me encamine.

Cual suele el ruiseñor con triste canto
quejarse, entre las hojas escondido,
del duro labrador, que cautamente
le despojó su caro y dulce nido
de los tiernos hijuelos, entre tanto
que del amado ramo estaba ausente,
y aquel dolor que siente
con diferencia tanta
por la dulce garganta
despide, y a su canto el aire suena,
y la callada noche no refrena
su lamentable oficio y sus querellas,
trayendo de su pena
al cielo por testigo y las estrellas;

desta manera suelto yo la rienda
a mi dolor, y así me quejo en vano
de la dureza de la muerte airada.
Ella en mi corazón metió la mano,
y de allí me llevó mi dulce prenda,
que aquél era su nido y su morada.
¡Ay muerte arrebatada!
Por ti me estoy quejando
al cielo y enojando
con importuno llanto al mundo todo:
tan desigual dolor no sufre modo.
No me podrán quitar el dolorido
sentir, si ya del todo
primero no me quitan el sentido.

Una parte guardé de tus cabellos,
Elisa, envueltos en un blanco paño,
que nunca de mi seno se me apartan;
descójolos, y de un dolor tamaño
enternecerme siento, que sobre ellos
nunca mis ojos de llorar se hartan.
Sin que de allí se partan,
con sospiros calientes,
más que la llama ardientes,
los enjugo del llanto, y de consuno
casi los paso y cuento uno a uno;
juntándolos, con un cordón los ato.
Tras esto el importuno
dolor me deja descansar un rato.

Mas luego a la memoria se me ofrece
aquella noche tenebrosa, escura,
que siempre aflige esta ánima mezquina
con la memoria de mi desventura
Verte presente agora me parece
en aquel duro trance de Lucina,
y aquella voz divina,
con cuyo son y acentos
a los airados vientos
pudieras amansar, que agora es muda.
Me parece que oigo que a la cruda,
inexorable diosa demandabas
en aquel paso ayuda;
y tú, rústica diosa, ¿dónde estabas?

¿Ibate tanto en perseguir las fieras?
¿Ibate tanto en un pastor dormido?
¿Cosa pudo bastar a tal crüeza,
que, conmovida a compasión, oído
a los votos y lágrimas no dieras,
por no ver hecha tierra tal belleza,
o no ver la tristeza
en que tu Nemoroso
queda, que su reposo
era seguir tu oficio, persiguiendo
las fieras por los monte, y ofreciendo
a tus sagradas aras los despojos?
¿Y tú, ingrata, riendo
dejas morir mi bien ante los ojos?

Divina Elisa, pues agora el cielo
con inmortales pies pisas y mides,
y su mudanza ves, estando queda,
¿por qué de mí te olvidas y no pides
que se apresure el tiempo en que este velo
rompa del cuerpo, y verme libre pueda,
y en la tercera rueda,
contigo mano a mano,
busquemos otro llano,
busquemos otros montes y otros ríos,
otros valles floridos y sombríos,
do descansar y siempre pueda verte
ante los ojos míos,
sin miedo y sobresalto de perderte?

***

Nunca pusieran fin al triste lloro
los pastores, ni fueran acabadas
las canciones que sólo el monte oía,
si mirando las nubes coloradas,
al tramontar del sol bordadas de oro,
no vieran que era ya pasado el día,
la sombra se veía
venir corriendo apriesa
ya por la falda espesa
del altísimo monte, y recordando
ambos como de sueño, y acabando
el fugitivo sol, de luz escaso,
su ganado llevando,
se fueran recogiendo paso a paso.

sábado, 25 de julio de 2009

Proverbios Chinos.


En el restaurante de Chinatown donde comimos (o casi cenamos, jeje), al acabar daban a cada uno un pergamino envuelto con un deseo o rasgo sobre la persona. Y a mi me salió este:

"You have a friendly heart and are well admired" :)

Y en un local cercano, tienen la característica de que por un dolar pones una vela y debajo hay un proverbio para tu vida. Y este fue el que me tocó:

"Probability of success: Good.
Thunder may awaken one who hides in a cocoon. Moths may fly away from the fire once in a blue moon. But never depend merely on chances even so opportune. Because airplanes may encounter a vicious typhoon".

miércoles, 22 de julio de 2009

Domingo de tiendas y Empire.


Amanece sobre mis ojos abriéndose un nuevo día por delante, descansado, para patear todo lo que tocaba para hoy. Tras tomar fuerzas con un desayuno de muffin y pasta black & White con café warris americano, paseamos hacia el norte, y cómo era domingo, estaba la Avenida Madison cortada al tráfico porque habían puesto un mercadillo como podría ser nuestro Rastro pero a su modo, muy curioso de ver.
Cogimos la Quinta hacia arriba, viendo el primer rodaje de una peli y 500 metros más adelante, otro en Rockefeller Center, que es muy distinto verlo ahora a en Navidad nevado con el famoso y grandioso árbol de Navidad. Y de ahí empezaban todas las tiendas famosas, donde vimos la de la NBC llena de merchandising de sus series, la de la NBA hecha con parquet de una pista y llena de productos oficiales, y cosas curiosas para hacerse fotos como el panel para medir tu altura, o las manos de jugadores famosos. Y afuera una canasta para encestar o un balón en la piedra a modo de Excalibur. Enfrente la tienda Disney! Que ilusión!3 plantas llenas de muñecos y objetos que muchos no se venden aquí. Con la más curiosa de la Minnie en forma de Estatua de la Libertad, jajaja. Al lado una de las torres Trump llenas de lujos (no tendrá dinero ni nada ese hombre, con tienda de su programa y todo). Y ya al final, enfrente del Plaza, la que más me gustó, la de juguetes FAO, donde puedes jugar con ellos y tienen el famoso piano del suelo de la peli de “Big”. Con muñecos gigantes de LEGO de personajes famosos, y ves a los niños encantados jugando con todo. Y por lo menos ahí no hay videojuegos y son juegos de niños. Ya en la puerta el portero te recibe pudiéndote hacer una foto con él, y dentro hay hasta un apartado donde te puedes hacer tu propio teleñeco a tu medida.
En la mañana, seguimos al norte bordeando Central Park para ver arriba el Metropiltan y el Guggenheim aunque no fueran por dentro, sólo por fuera y las tiendas de cada uno. Y enfrente el Goethe Institut!jeje. Justo ahí está una entrada a Central donde ves el enooooorme lago del parque y el paseo que lo rodea por donde la gente corre o va en bicicleta.
Ahí acabó nuestro paseo matinal todo cansados, para coger un taxi que nos llevara a Times para verlo de día (muuuuuy distinto) y comer en un sitio de carne super bueno! Donde cayó un combo como si nada, jeje. De la que salimos pillamos en Times una concentración de moteros por la calle donde habría como 100 haciendo el caballito y maniobras a cada cual más extraña. Y lo que hicimos fue ir por Broadway hacia arriba viendo los teatros y encontramos de casualidad el de Shrek que nos llamó tanto que sacamos ya las entradas para 2 días después!:D Que ilusión verlo! Ahí estaban todos los musicales de siempre, desde el Rey León, Mamma Mia, Chicago, el Fantasma de la Opera, Wicked, Billy Elliot, La Sirenita, Mary Poppins, Hairspray… No sabías cual elegir!
Así acabamos llegando al final donde empieza el parque por su lado izquierdo, la calle donde viven los famosos. Subiendo por ahí hasta el Dakota donde vivía John Lennon, y más arriba el museo de ciencias naturales. Lugar por el que nos internamos por Central para dar un paseo de domingo por la tarde, tomando un refresco. Estaba todo bonito y agradable pasear por allí, y ver las ardillas del parque. Nos tumbamos un rato en la yerba en plan relax y estaba animadísimo de gente jugando, haciendo break, con skates, tomando el sol… Y así seguimos hasta salir por el lado de la Quinta de nuevo para bajar viendo Tiffanys y el edificio Playboy, jeje. O la pijeras tienda de ropa donde en la puerta un guaperas desnudo hace las excelencias de las chicas, jeje.
Ese fue el día de tiendas y paseo por arriba para tras pasar por el hotel, ir a lo otro grande que tocaba ese día, que era subir al Empire!:D para así ver el segundo anochecer desde arriba. Que sensación fue entrar en él por dentro y saber que íbamos a subir a lo alto. Sin la cola que esperaba y en un ascensor que se subió 80 pisos del tirón que veías los números pasar de 10 en 10 y hasta la presión en los oídos de la rapidez. Y un poquito más y arriba! Que pasada de vistas! Viendo caer el sol y toda la ciudad abajo en sus 4 costados, reconociendo cada edificio famoso que empezaban a coger luz a medida que caía la noche. Que imagen más bonita tener todo Manhattan abajo. Incluso más arriba desde el piso 102 en la antena, donde se notaba mayor altura. Que lástima bajar pero ya tocaba y el cansancio hacía mella. Pero acabamos en Times para cenar en un sitio bien chulo, basado en la peli de Forrest Gump, de gambas de mil modos y con unos cocktails que entraban solos y te daban un vaso de regalo! Amenizado por camareros llenos de simpatía, y la curiosidad del suelo con smileys y el cartel azul y rojo para que te atiendan.
Y ese era el final del día deseando ya coger la cama para al día siguiente… más y mejor ;-)