martes, 4 de julio de 2006

Un año de cambios y pérdidas.

Hoy es 4 de Julio ya. Un día normal como todos. Pero que, algo que no ocurrió desde aquel día, me hace mirar un año atrás y ver todas las cosas acontecidas desde ese día hasta aquel de hoy. Así como todas las ocurridas y que no supe de ellas.

Y son tantas las cosas que corren por mis ojos pasados hasta mis ojos de hoy. Que ni me di cuenta de que han sido, ni de que un año pasaron desde entonces.

Ha sido la primera vez en mis 27 años que vi volar el tiempo y no me di cuenta de que existe. Perder la noción del día, la semana y el mes. Perder la percepción de toda existencia alrededor mío.

Tras ese verano que ni recuerdo ahora mismo cómo fue, sólo algo vagamente de su final, y lo que supondría un comienzo, son sólo 12 meses de los que dije adios a mi querida melena en mi primer trabajo hotelero, seguido de un nuevo cursillo como tantos otros que me supuso la GRAN puerta de entrada a donde ahora estoy y lo que soy, de pura casualidad y por tozudez mía que sirvió de mucho ;-)

Pasando mi único mes de vacaciones en mi mejor sitio, que un bonito día de Reyes pude volver a pisar. Y a partir de ahí, comenzó el sin fin que hasta hace dos días fue. Mi hotel. De tantos altibajos, unos que iban, otros venían, cambios, comienzos… Que fruto del día, me hizo crecer aún más en muchos sentidos, modificándome siempre a mejor y entrando en la nueva etapa de la madurez. Atrás dejé mucho. Y muchas puertas se me abrieron, consiguiendo más de lo que haría un mes antes podría haber imaginado.

Un largo camino lleno de anécdotas y esfuerzo, que tuvo su parte negativa, aún habiéndolo intentado evitar, siendo el que sin darme cuenta, por la razón arriba comentada del tiempo que no existía, todo quedaba atrás, y entré en un círculo del que muchas cosas salieron y, aún más, casi todas las personas que formaban el círculo más amplio.

Inevitablemente, me daba cuenta de ello, y no conseguía frenar ese retroceso. Se intentó y no sirvió. Fue a más. A más… Y todo quedó lejos, muy lejos. Siendo testigo de muchos olvidos propios y ajenos. Ni siquiera supe ese día que era mi cumpleaños. Ni el de varias personas. No supe a que sabían las Navidades, ni si era invierno o verano. Siendo este el único modo de expresión que me quedó en pocos momentos.

Ahora que gané mi paréntesis y es un gran espacio de tiempo para acelerar de nuevo hacia delante, comencé a intentar que el trabajo no me robe a mi gente. En algunas personas, puede que se consiga; en otras, seguro que no. Y de las que se consiga, que el arma de doble filo heladora del tiempo no congele del todo las uniones que había.

Ha habido a quienes habré echado de menos, otras gentes no; se que ha habido quienes lo han entendido porque también les ha pasado y en el hotel ya me avisaron de que me pasaría como a ellos, y también quienes no lo han visto y han sido fantasmas del pasado. Ha habido a quienes habré necesitado en muchos momentos y nunca estuvieron porque yo nunca estuve. Pero sus vidas y circunstancias son muy diferentes.

Sólo hubo una persona que siempre estuvo aún en su lejanía. Porque siempre está y nunca falla la inexorable unión que nos ata. Cuyo apoyo en momentos difíciles fue el mayor consuelo. Y cuya alegría suya era mayor la que me produce a mí.

Pero también, como todo, a todo se acostumbra uno y así fue. 9 meses que volaron y en mi estado de coma, muchas son las cosas vividas, siempre riendo aún en los días más duros y oscuros. Centrándome en el día a día. Y en sacar adelante todas las nuevas responsabilidades surgidas. Así como todas las nuevas oportunidades conseguidas.

Todo ello, con los mejores compañeros que se pueden tener.

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