En medio de la planicie patagónica que rodea el azul del lago, un pequeño aeropuerto de una sola terminal de llegadas y salidas nos recibió para, con cierto retraso y colas molestas, embarcar en un avión que provenía de Buenos Aires y así tomar rumbo al sur… al máximo del sur… A la punta del país y del mundo… A Ushuaia.
El lugar que más ganas tenía de visitar. Por su curiosidad, por su lejanía, por su ciudad, por su originalidad… Y así fue desde que llegábamos. Es un vuelo diferente, porque sabes que tomas rumbo hacia el sur más alejado del planeta, con fuertes vientos que cabecean el avión, bajando a la isla de Tierra del Fuego, cuyo nombre proviene de cuando Magallanes cruzó el estrecho por allí para pasar de un océano a otro y vieron muchas hogueras ardiendo de los aborígenes y la llamaron la Tierra del Fuego. Con un agreste paisaje de montañas, nieve y lagos. Aterrizando en su pequeño aeropuerto en medio del agua, y pensando que si el avión baja más abajo, ya se embarca en un vuelo de sólo una hora que acabaría en la Antártida ;-) A sólo 900 kilómetros de allí…
Ya con las maletas y salir a la calle, Diosss, que frio hacíaaaaa. Así se balanceaba el avión de aquellos vientos frios. Ya llegados a la hostería en la transfer, que chulada en lo alto con un ventanal-mirador desde el que se divisaba toda la bahía y la ciudad debajo… De ahí su nombre: Ushuaia, que en la lengua de los nativos, significa “Bahía que mira al Poniente”.
Esa misma tarde-noche (que sorprende porque allí no anochecía hasta casi la medianoche), la aprovechamos para dar una toma de contacto con el lugar y me encantó! Una pequeña ciudad con restaurantes de muy buena pinta y tiendas variopintas que nos atrajeron para posibles compras. Cenando en un buffet de carne estupendoooo, para empezar con fuerzas, jeje. Y a dormir para en pocas horas madrugar y comenzar la visita.
Amanecía temprano a las 6 de la mañana con una preciosa vista del sol apuntando sobre las montañas de los Andes enfrente, que son ya del país de Chile. Con un apretado desayuno cortado por el Marcelo, nunca se me olvidara ese guía, jeje. Vaya showman!!!:P Buscando un Buenos Días generalizado como si fuera el “¿Cómo están ustedes?” de Fofo, Gaby Y Miliky, jeje. Con musiquita en el bus y buscando palmas para animar contándonos la vida de los artistas, jeje. Un espectáculo de persona que al parecer allí por lo que vimos, le toman a guasa :P
Ese día visitamos el Parque Nacional de Tierra del Fuego. Una extensión virgen de paisajes espectaculares de diversa índole. Muy bien explicados por este hombre, todo el tema de la flora y la fauna. Los lengas o falsas hayas, los farolillos chinos, los hongos de los troncos que producen esas malformaciones, los conejos traídos de España, los castores y los destrozos que forman con sus diques, que fue fruto de una mala política de planificación, pensando en el mercado de pieles pero no salió bien y los castores se reprodujeron en cuantía y se descontroló el tema.
Paramos en una castorera para ver sus efectos y son demoledores… Cómo destrozan el paisaje tanto con los árboles que tiran abajo, como los humedales que forman, que crean un paisaje de película de terror… Aunque son cosas que yo ya sabía de recientes documentales sobre castores… Y me gustó porque era ver en la realidad lo que ya sabía…
Desde allí hicimos varias paradas en paisajes realmente bellos y de postal que no se ven habitualmente… La última bahía al sur con un cielo y un sol que hasta en foto ha quedado de película… Que paz… Y al otro lado, la montaña más alta cuya cima separa ambos países, Chile y Argentina. Con vistas desde lo alto de un sendero. Más adelante, llegamos al final de la Ruta 3 que es la que cruza toooodo América desde Alaska hasta Ushuaia, de norte a sur. Con más de 10 mil kilómetros de carretera. Con lagos silenciosos escondidos entre valles, arbustos de calafate y plantas protegidas.
Después tocaba elegir entre dos opciones: O tomar el Tren del Fin del Mundo (una parida turística super cara y que no merecía la pena, que en el fondo era el antiguo tren que tomaban los presos allí) o la que elegí que era mucho mejor y que me gustó más. Estar en el impresionante lago de Bahía Ensenada, con el País de Isla Redonda en medio. Un paisaje que te entraba por los 5 sentidos y del que daba pena irse… Haciendo un mini sendero por su orilla, y lo más curioso de todo, el puestecillo de Correos que había en medio, donde un marinero de barba blanca muy simpático, te contaba mil historias desde su refugio y te enviaba postales a todo el mundo. Desde donde envié las mías a Soffi, a Meli y al hotel. Porque te las ponía de un modo muy curioso por detrás, y hasta te sellaba el pasaporte como que habías entrado en el país de Isla Redonda, jeje. Un simpático hombre que me regaló las postales y los sellos y lo que más me gustó fue la botella de cerveza tan chula que me regaló del Cabo de Hornos, por ser un viajero español solitario, jeje. Fue curioso que me dijo la misma frase que mi padre en Madrid antes de salir: “Vos no sois un turista. Sois un viajero”.
Cuando tocó despedir ese bello lugar, hubo que recoger a los que tomaron el tren, ambientada la estación a lo “Polar Express”, que le daba un toque de cuento que me gustó mucho. Y ya decir adiós al parque porque regresábamos a la ciudad, para comer corrieeeeendo ya que en una hora escasa zarpaba nuestro barco que nos llevaría hasta el último faro.
El lugar que más ganas tenía de visitar. Por su curiosidad, por su lejanía, por su ciudad, por su originalidad… Y así fue desde que llegábamos. Es un vuelo diferente, porque sabes que tomas rumbo hacia el sur más alejado del planeta, con fuertes vientos que cabecean el avión, bajando a la isla de Tierra del Fuego, cuyo nombre proviene de cuando Magallanes cruzó el estrecho por allí para pasar de un océano a otro y vieron muchas hogueras ardiendo de los aborígenes y la llamaron la Tierra del Fuego. Con un agreste paisaje de montañas, nieve y lagos. Aterrizando en su pequeño aeropuerto en medio del agua, y pensando que si el avión baja más abajo, ya se embarca en un vuelo de sólo una hora que acabaría en la Antártida ;-) A sólo 900 kilómetros de allí…
Ya con las maletas y salir a la calle, Diosss, que frio hacíaaaaa. Así se balanceaba el avión de aquellos vientos frios. Ya llegados a la hostería en la transfer, que chulada en lo alto con un ventanal-mirador desde el que se divisaba toda la bahía y la ciudad debajo… De ahí su nombre: Ushuaia, que en la lengua de los nativos, significa “Bahía que mira al Poniente”.
Esa misma tarde-noche (que sorprende porque allí no anochecía hasta casi la medianoche), la aprovechamos para dar una toma de contacto con el lugar y me encantó! Una pequeña ciudad con restaurantes de muy buena pinta y tiendas variopintas que nos atrajeron para posibles compras. Cenando en un buffet de carne estupendoooo, para empezar con fuerzas, jeje. Y a dormir para en pocas horas madrugar y comenzar la visita.
Amanecía temprano a las 6 de la mañana con una preciosa vista del sol apuntando sobre las montañas de los Andes enfrente, que son ya del país de Chile. Con un apretado desayuno cortado por el Marcelo, nunca se me olvidara ese guía, jeje. Vaya showman!!!:P Buscando un Buenos Días generalizado como si fuera el “¿Cómo están ustedes?” de Fofo, Gaby Y Miliky, jeje. Con musiquita en el bus y buscando palmas para animar contándonos la vida de los artistas, jeje. Un espectáculo de persona que al parecer allí por lo que vimos, le toman a guasa :P
Ese día visitamos el Parque Nacional de Tierra del Fuego. Una extensión virgen de paisajes espectaculares de diversa índole. Muy bien explicados por este hombre, todo el tema de la flora y la fauna. Los lengas o falsas hayas, los farolillos chinos, los hongos de los troncos que producen esas malformaciones, los conejos traídos de España, los castores y los destrozos que forman con sus diques, que fue fruto de una mala política de planificación, pensando en el mercado de pieles pero no salió bien y los castores se reprodujeron en cuantía y se descontroló el tema.
Paramos en una castorera para ver sus efectos y son demoledores… Cómo destrozan el paisaje tanto con los árboles que tiran abajo, como los humedales que forman, que crean un paisaje de película de terror… Aunque son cosas que yo ya sabía de recientes documentales sobre castores… Y me gustó porque era ver en la realidad lo que ya sabía…
Desde allí hicimos varias paradas en paisajes realmente bellos y de postal que no se ven habitualmente… La última bahía al sur con un cielo y un sol que hasta en foto ha quedado de película… Que paz… Y al otro lado, la montaña más alta cuya cima separa ambos países, Chile y Argentina. Con vistas desde lo alto de un sendero. Más adelante, llegamos al final de la Ruta 3 que es la que cruza toooodo América desde Alaska hasta Ushuaia, de norte a sur. Con más de 10 mil kilómetros de carretera. Con lagos silenciosos escondidos entre valles, arbustos de calafate y plantas protegidas.
Después tocaba elegir entre dos opciones: O tomar el Tren del Fin del Mundo (una parida turística super cara y que no merecía la pena, que en el fondo era el antiguo tren que tomaban los presos allí) o la que elegí que era mucho mejor y que me gustó más. Estar en el impresionante lago de Bahía Ensenada, con el País de Isla Redonda en medio. Un paisaje que te entraba por los 5 sentidos y del que daba pena irse… Haciendo un mini sendero por su orilla, y lo más curioso de todo, el puestecillo de Correos que había en medio, donde un marinero de barba blanca muy simpático, te contaba mil historias desde su refugio y te enviaba postales a todo el mundo. Desde donde envié las mías a Soffi, a Meli y al hotel. Porque te las ponía de un modo muy curioso por detrás, y hasta te sellaba el pasaporte como que habías entrado en el país de Isla Redonda, jeje. Un simpático hombre que me regaló las postales y los sellos y lo que más me gustó fue la botella de cerveza tan chula que me regaló del Cabo de Hornos, por ser un viajero español solitario, jeje. Fue curioso que me dijo la misma frase que mi padre en Madrid antes de salir: “Vos no sois un turista. Sois un viajero”.
Cuando tocó despedir ese bello lugar, hubo que recoger a los que tomaron el tren, ambientada la estación a lo “Polar Express”, que le daba un toque de cuento que me gustó mucho. Y ya decir adiós al parque porque regresábamos a la ciudad, para comer corrieeeeendo ya que en una hora escasa zarpaba nuestro barco que nos llevaría hasta el último faro.
Me encantó ver los barcos que desde allí partían rumbo a la Antártida, y los cruceros que llegaban. Que fuerte que un viaje desde allí en barco de 15 días a la Antártida cueste 6000 euros!!:S
Fue un agradable y frio crucero de tarde que dejaba atrás el puerto de Ushuaia y te acercaba a los islotes donde podías ver de cerca centenares de cormoranes, leones marinos, y lo que muchos decían eran pingüinos, jeje. Y al fondo del todo el pequeño faro que decía adiós al mundo, el último según decían… MENTIRA!!jaja, que más abajo se que está el del Cabo de Hornos :P Me la querían colar… :P
De regreso a la ciudad, un enoooorme mareo me invadió que verde me puso, jaja, que malo me puseee, que ni me lució el viaje de vuelta, deseando llegar y bajar… Pasé de ese chocolate caliente gratis que nos daban, jeje. Me acordé de los efectos de ese otro chocolate de Año Nuevo…:P Cuando por fin pisamos tierra, aprovechamos la última tarde a hacer las compras que quedaban: camisetas, mi gorro gaucho, cervezas, adornitos y demás :P Para relajar el cuerpo con una pinta en un bar genial en un esquinazo en lo alto desde sus sofás con una vidriera delante desde la que divisábamos la calle principal.
Era ya el turno de la cena despedida… En el Tante Sara, un refinado restaurante pero a la vez nada prohibitivo, donde una suculenta cena a base de estofado de cordero patagónico, jaja, ya dije que yo iba a lo que iba :P con vinito argentino (siempre son su exagerado ritual de la apertura del vino, que nunca lo vi que lo hagan aquí así ;-)). Y una tarta de lujooo, ñam ñam :P
A la mañana siguiente, tras ver el último amanecer (recuerdo que en ese momento pensé en Soffi en que a esas horas ya estaba ella danzando por Egipto muy de mañana ya ;-) y yo en ese momento veía ya el amanecer). Esa última mañana la aprovechamos a un plan muy chulo.
Una excursión aventura en 4X4, en la que nos recogió en un vehículo así un guía totalmente loco pero que era un cachondo mental, jeje, el Sebas :P Muy gracioso y que te contaba de todo. Nos llevó a todos primero al refugio suyo donde vimos los cachorritos de siberianos que usan en invierno para la nieve. Que monossss!!!!:D Y con todas las provisiones ya listas, comenzamos una ruta por el campo en jeep chulísima llena de subidas, bajadas, baches, desniveles, piedras… por caminos inusitados con un control genial del vehículo. Viendo paisajes preciosos y como el día anterior, paisajes de castoreras, lengas… Cruzando el lago Escondido y el Fagnano por su orilla empedrada, para subir al lugar donde nos prepararían la comida! :D Una barbacoa natural en el campo, bien controlada, de choripanes :D, morcilla y carnes de cordero riquísima!!!:D Un lujo en medio del campo con el rico vino de Mendoza, jeje, viendo el lago, y rodeados de zorros que venían al olor de la carne asada.
Y tras un cafecito y alfajores :P embarcamos de nuevo camino del lago para allí embarcar en canoa! Diosss, que show!!El cabreo que me pudo dar… No soy acuático lo se, jaja. Con mi chaleco salvavidas que no me podía ni mover, delante de la canoa, y que mal se daba… porque mi hermano detrás le daba con más fuerza que yo y giraba siempre adonde no debía, a los troncos de la orilla, jaja, que triste… así había que bordear hasta la orilla de enfrente y luego cruzarlo por el medio… Que mal cuerpo eso recién comido, haciendo fuerza con las manos, con miedo a que no volcáramos, empezó el viento a soplar fuerte y a llevarnos a otro sitio… Pufff. Y siendo de los últimos, jeje. Lo que costó manejarlo… Pero bueno, al final llegamos y aunque en su momento me estaba enfadando, ahora se recuerda con gracia, jeje.
Una experiencia nueva que regresando a Ushuaia por otro camino agreste y peligrosamente empinado, llegamos a la ciudad, para despedirnos del grupo que fueron todos estupendos, sobre todo las dos chicas de Buenos Aires y Mendoza que más nos acompañaron en la excursión.
Y ya en la última hora antes de partir, unas compras que quedaban, y rapidito a la Hostería que ya nos recogían para llevarnos al aeropuerto y decir adiós a la llamada "Ciudad del Fin del Mundo".
Fue un agradable y frio crucero de tarde que dejaba atrás el puerto de Ushuaia y te acercaba a los islotes donde podías ver de cerca centenares de cormoranes, leones marinos, y lo que muchos decían eran pingüinos, jeje. Y al fondo del todo el pequeño faro que decía adiós al mundo, el último según decían… MENTIRA!!jaja, que más abajo se que está el del Cabo de Hornos :P Me la querían colar… :P
De regreso a la ciudad, un enoooorme mareo me invadió que verde me puso, jaja, que malo me puseee, que ni me lució el viaje de vuelta, deseando llegar y bajar… Pasé de ese chocolate caliente gratis que nos daban, jeje. Me acordé de los efectos de ese otro chocolate de Año Nuevo…:P Cuando por fin pisamos tierra, aprovechamos la última tarde a hacer las compras que quedaban: camisetas, mi gorro gaucho, cervezas, adornitos y demás :P Para relajar el cuerpo con una pinta en un bar genial en un esquinazo en lo alto desde sus sofás con una vidriera delante desde la que divisábamos la calle principal.
Era ya el turno de la cena despedida… En el Tante Sara, un refinado restaurante pero a la vez nada prohibitivo, donde una suculenta cena a base de estofado de cordero patagónico, jaja, ya dije que yo iba a lo que iba :P con vinito argentino (siempre son su exagerado ritual de la apertura del vino, que nunca lo vi que lo hagan aquí así ;-)). Y una tarta de lujooo, ñam ñam :P
A la mañana siguiente, tras ver el último amanecer (recuerdo que en ese momento pensé en Soffi en que a esas horas ya estaba ella danzando por Egipto muy de mañana ya ;-) y yo en ese momento veía ya el amanecer). Esa última mañana la aprovechamos a un plan muy chulo.
Una excursión aventura en 4X4, en la que nos recogió en un vehículo así un guía totalmente loco pero que era un cachondo mental, jeje, el Sebas :P Muy gracioso y que te contaba de todo. Nos llevó a todos primero al refugio suyo donde vimos los cachorritos de siberianos que usan en invierno para la nieve. Que monossss!!!!:D Y con todas las provisiones ya listas, comenzamos una ruta por el campo en jeep chulísima llena de subidas, bajadas, baches, desniveles, piedras… por caminos inusitados con un control genial del vehículo. Viendo paisajes preciosos y como el día anterior, paisajes de castoreras, lengas… Cruzando el lago Escondido y el Fagnano por su orilla empedrada, para subir al lugar donde nos prepararían la comida! :D Una barbacoa natural en el campo, bien controlada, de choripanes :D, morcilla y carnes de cordero riquísima!!!:D Un lujo en medio del campo con el rico vino de Mendoza, jeje, viendo el lago, y rodeados de zorros que venían al olor de la carne asada.
Y tras un cafecito y alfajores :P embarcamos de nuevo camino del lago para allí embarcar en canoa! Diosss, que show!!El cabreo que me pudo dar… No soy acuático lo se, jaja. Con mi chaleco salvavidas que no me podía ni mover, delante de la canoa, y que mal se daba… porque mi hermano detrás le daba con más fuerza que yo y giraba siempre adonde no debía, a los troncos de la orilla, jaja, que triste… así había que bordear hasta la orilla de enfrente y luego cruzarlo por el medio… Que mal cuerpo eso recién comido, haciendo fuerza con las manos, con miedo a que no volcáramos, empezó el viento a soplar fuerte y a llevarnos a otro sitio… Pufff. Y siendo de los últimos, jeje. Lo que costó manejarlo… Pero bueno, al final llegamos y aunque en su momento me estaba enfadando, ahora se recuerda con gracia, jeje.
Una experiencia nueva que regresando a Ushuaia por otro camino agreste y peligrosamente empinado, llegamos a la ciudad, para despedirnos del grupo que fueron todos estupendos, sobre todo las dos chicas de Buenos Aires y Mendoza que más nos acompañaron en la excursión.
Y ya en la última hora antes de partir, unas compras que quedaban, y rapidito a la Hostería que ya nos recogían para llevarnos al aeropuerto y decir adiós a la llamada "Ciudad del Fin del Mundo".
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