Desgraciadamente, son ya muchas personas a las que vi morir y a las que tuve que despedir. De un modo o de otro. En presencia o en ausencia. Más cercanas o más lejanas.
Pero hoy ha sido la primera vez que vi delante de mí a alguien en su tumba en su velatorio… Y que sensación más extraña me ha invadido… Que no sabría describir…
Era la primera vez que iba al Tanatorio de al lado de mi casa. La última vez que pasé por allí a pie fue por otro motivo mejor y muy distinto, en un lluvioso día de hace 2 Octubres. En aquella esquina…
Pero hoy entraría en ese edificio que tantas veces he visto, pero en el que nunca tuve que entrar. Me sorprendío enormemente cómo es por dentro. Con aquella impresionante recepción tan vistosa como si de un hotel se tratara (en cierto modo, es un hotel, donde por un día se “hospedan” y “duermen” aquellos que se han ido), y ya empezó un cierto humor negro. Sobre si hacían check ín y check out. O sobre de donde vendrá la carne que ofrecen en la cafetería. Filete de muslo, de brazo o de pierna… Y los callos…ejem… :-P No se, ya que hay que ir, pues ir de buen humor allí ;-) Al menos hacia reir a aquellos que muy tristes iban. O sobre el trabajar allí yo en la recepción… Un poco raro… :-P Pasada esa entrada, no esperaba el cómo es por dentro, esperando algo muy frío, pero no, una galería acristalada muy bonita llena de vegetación y fuentes como para animar a la vista y el oído ese momento y aquella visita no tan grata… Con los velatorios a cada lado… Hasta entrar en el que nos correspondía. Una acogedora sala con la gente, y tras ese cristal, ahí estaba. No sabía cómo funcionaba todo esto, y no me esperaba esa imagen que me dejó algo sorprendido y con un halo de… no sabría explicar… Al ver a aquella persona con la que estuve muchas veces, en su ataud rodeado de velas, postrado en una paz y placidez tras aquella agonía final. Con un rostro pálido que parecía diferente al de cuando tenía vida, y pensar que aquella imagen tumbada en su nicho, estaba ya en otro mundo. Con sus ojos cerrados durmiendo. Y que ya no vería más. Esa será su última imagen. Hasta que mañana sea enterrada. Con la arena sobre ella.
Sintiendo “algo” nuevo que no sabía describir. Y salir y ver ese atardecer tan bonito, pensando que el sol sigue girando sin parar a nuestro alrededor, y esa luz ella no la vería más. Y habrá muchos atardeceres así, y en alguno de ellos, será mi último, tras el cual, no habrá más momentos para disfrutar ni para vivir. Entendiendo muy bien, porqué hay que disfrutar cada momento del día, bueno o malo, que será irrepetible y no dejar que pasen las horas y los segundos que nos restan desperdiciándolas. Porque un día despertaremos y será el último despertar. Para que cuando llegue ese día, no nos arrepintamos de los momentos mal aprovechados o de aquellas oportunidades que no supimos hacer frente. Por miedos o inseguridades.
Mirando al sol recien levantado con una sonrisa por volver a verle un día más, y saboreando cada instante, de aquellos a los que queremos y su compañía, incluso de las malas experiencias que nos hacen aprender y sentirnos vivos cuando lloramos o reímos.
Para que llegue la noche y con la luna cómplice y vigilante de la noche, tengamos más recuerdos que añadir al libro de nuestra vida, llenándolo de las mejores letras y muchas páginas, hasta que llegue el día en que se cierre para siempre.
"Un hombre es como una fracción. Cuyo numerador corresponde a lo que él es, en tanto que el denominador es lo que cree ser".
#En compañía de: "Breathe (2 Am) - Anna Nalick".